¿Cómo empezó todo esto?, creo recordar que en una conversación de camilla con un paciente que venía de parte de otro porque así es mi profesión, la de fisioterapeuta.
Yo hasta entonces no sabía lo que eran desniveles acumulados, perfiles de carrera, tracks o un buen número de términos que poco a poco he ido incorporando a mi vocabulario diario, ya sea para información o conversación.
Pero lo mejor de todo es que no era capaz de salir a correr durante una hora sin que me dolieran las rodillas u otra articulación, porque seamos sinceros, hasta ese momento lo que había hecho por placer, pero con constancia, había sido montar en bicicleta participando en diversas marchas cicloturistas que ahora no vienen al caso.
Y de aquella conversación salió en mi cabecita la inquietud de ver si sería capaz de participar, y digo participar no competir porque eso siempre lo he tenido claro, en una media maratón. Solo de pensarlo ya estaba cansado pero sabía que era un trabajo que con ilusión podía llevarse a cabo.
Por el camino se hicieron carreras de 10 km pero solo con la ilusión de subir un peldaño más en esta nueva actividad. Cada carrera salía mejor, yo estaba mejor y mi actitud frente al reto era más optimista. Podríamos hacer un flashback de esa película que todos recordamos donde Forrest Gump se puso de pie y pensó que podía ir hasta la esquina y poco a poco fue completando distancias, pues eso me está pasando a mí, que poco a poco voy haciendo distancias mayores que no podía imaginar mirando hacia atrás que realizaría en algún momento.
Llegó la fecha de la carrera y todo pudo irse al traste por un desafortunado bordillo que me dejó el tobillo como un globo y sin margen de maniobra para recuperarme. Tumbado en el sillón, derrotado por un descuido o exceso de confianza, todo se vino abajo. El hielo no era suficiente para mitigar el dolor que mi orgullo había sufrido. Estaba viviendo en mis carnes lo que yo durante años trataba con los deportistas de élite que tenía a mi cargo, y fue el amor propio y la capacidad de sufrimiento las que me llevaron a jugar una mano arriesgada con unas cartas de perdedor. Vendaje rígido para no sentir nada y el planteamiento cambiado, solo había que ver las sensaciones y si aguantaba llegar a la meta. Lo conseguí, y a cualquier paciente mío, amigo o ajeno, no le hubiera dejado correr. ¿Qué mueve a alguien a superar los obstáculos que se interponen en su camino?
Otra conversación de las nuestras en la consulta y pasó lo que hasta ahora es el mejor cambio que me podía suceder si quería seguir corriendo. En el horizonte estaba el ser capaz de acabar una maratón, pero fue el destino quien quiso que probara con una carrera de montaña, corta pero para alguien que no había hecho carreras de esta modalidad se tornaban nubes grises sobre los claros que estaban ocupando mi mente.
Hablando con Mario y escuchando las aventuras que ha vivido, mi cabeza intentaba asimilar como alguien era capaz de estar tres días con sus dos noches corriendo para completar una carrera de ultra maratón de montaña en el Mont-Blanc. Los pata negra de esta disciplina tardan solo la friolera de menos de 21 horas en completar los 168 km que tiene la prueba y con un desnivel de 9600 metros de desnivel positivo.
El gusanillo me fue entrando dentro, desde pequeño me ha gustado mirar y estar en las montañas pero siempre me han infundido respeto y no tenía posibilidad de hacer este tipo de actividades con los medios de que disponía. Pero ahora es diferente, soy capaz de correr por ella sin tener ese miedo a lo desconocido pero en todo momento sigo con ese respeto a la naturaleza y a la montaña porque no tenemos que olvidar que están ahí antes que nosotros y son las que nos permiten entrar en su entorno, no al revés como siempre pensamos.
Por eso cada vez que estoy en ella intento no mirar todo el rato hacia abajo, al suelo, aunque se empine el terreno hay que levantar la mirada para que el oxígeno entre en los pulmones y contemplar el maravilloso espectáculo que nos depara el entorno.
A mi edad es ridículo pensar que voy a ser mejor si corro en menos tiempo o si en una bajada intento recuperar el tiempo perdido durante la subida. Por eso durante estos últimos dos años he aprendido a disfrutar de correr en un lugar privilegiado, a sentirme afortunado y dar las gracias a la montaña cada vez que acabo un entreno en su terreno y me deja marchar en paz. Soy un privilegiado, lo sé, aunque hasta ahora no he sido capaz de acabar las carreras que eran el objetivo de la temporada, por algo sería, seguramente no estaba preparado para llegar hasta el final. Alguien me dijo un día …”las carreras son para disfrutarlas”, y si todo va bien el domingo en la salida será lo que tendré presente para afrontar el maratón alpino madrileño.
Gracias Mario!!
Rafael Collado. Fisioterapeuta y en ocasiones, corredor de montaña.
Si queréis saber cómo acabó la carrera y mucho más sobre este proyecto id al facebook de EQUIPO DECIDE